PASIÓN Y CALIDAD DESDE 1980
He aquí un breve recuento de la historia de nuestro dojo, desde su comienzo: un invisible sueño, una invisible intención, hasta el lugar de encuentro que es hoy en día, nuestro templo...
Procedente de una familia de karatecas, en 1965, el Shihan Eduardo Riveros llegó a la ciudad de Caracas, a los 5 años de edad, procedente de Chile, y comenzó sus prácticas a la edad de 7 años, con quien es hoy en día su maestro, el Kyoshi Shoko Sato, pionero y fundador del Karate en Venezuela. Por ese entonces, las Artes Marciales no se impartían a niños pequeños. Por vez primera, el maestro Sato, recibe a tres niños pequeños: Eduardo (hoy nuestro maestro), Claudia y Carla Riveros (sus hermanas). Aquí empieza una carrera llena de experiencias y vivencias enriquecedoras. A la par, su Padre, el Sensei Eduardo Riveros Olmos, decide abrir un pequeño dojo en la ciudad de Caracas y desde los 12 años de edad, el Shihan Riveros, compaginándolo con sus estudios, asiste de forma regular, ayudando tanto en las labores del dojo como en las clases de su papá. La competitiva carrera de los hermanos Riveros, estuvo llena de numerosos galardones.
Graduado de cinta negra, 1er Dan, en el año 1980, llega a la Isla de Margarita, procedente de la ciudad de Caracas a la edad de 19 años, nacionalizado venezolano, encomendado por su maestro, el Kyoshi Shoko Sato, 8vo Dan, Director Panamericano de la Escuela ShitoKai, para difundir El Karate Shito Ryu en el Estado Nueva Esparta...
En sus inicios, compaginándolo con sus estudios universitarios, impartió sus conocimientos en diferentes partes de la isla: colegios, canchas deportivas y gimnasios. Luego, en el año 1985, una vez graduado en Oceanografía y Acuicultura y tras un período encargado del Departamento de Cultivo de Camarones en la Fundación La Salle, la pasión por el Karate lo llevó a ejercer su carrera como instructor al 100%.
Desde ese entonces, su tenacidad, positivismo, disciplina y profesionalismo han dado sus frutos. Bajo su tutela han pasado miles de niños, jóvenes y adultos, muchos de ellos son hoy día personas integrales, destacados profesionales y algunos han llegado a ser reconocidos atletas del Estado Nueva Esparta e inclusive a representar a nuestro país a nivel internacional. El Sensei Eduardo, como todavía le gusta que lo llamen, hace Labor Social permanente con niños y jóvenes de bajos recursos económicos, apoyándolos en su carrera como karatecas, a través de su FUNDACIÓN DE KARATE SHITO KAI. Ha graduado a más de 220 cintas negras. Algunos de sus alumnos más destacados forman parte de las selecciones nacionales (Alta Competencia) de nuestro país, mucho de ellos han sido reconocidos como ATLETAS DEL AÑO.
En diferentes oportunidades, el Shihan ha sido nombrado ENTRENADOR DEL AÑO, su escuela ha sido galardonada como ESCUELA DEL AÑO. En el año 2006, fue nombrado HIJO ADOPTIVO, por el Concejo Municipal Maneiro, por la labor educativa e integral al servicio de la Juventud del Estado Nueva Esparta.
Casado con La Sensei Alba Anaya, y su hija Claudia Riveros Anaya, margariteña, destacada atleta nacional e internacional, juntos actualmente tienen la responsabilidad de desarrollar el Karate Shito Ryu en la región, con la finalidad de difundir y enseñar los beneficios de esta hermosa disciplina que no es más que un modo de vida sano, la formación de la personalidad y una disciplina formadores de hombres y mujeres útiles para sí mismos y para la sociedad.
En el año 1994, la familia decide independizarse y con mucho esfuerzo, abren un pequeño dojo, en un terreno alquilado, lo acondicionan para tal fin, el primer DOJO EDUARDO RIVEROS, ubicado la Calle El Calvario, en Los Robles. Desde ese entonces el sueño era hacer un Dojo para la gran familia Shito Ryu un digno templo para nuestros campeones. Ese sueño se hizo realidad poco a poco, trabajando como hormiguitas y con la disciplina y constancia que los caracteriza, el Shihan y familia fueron fabricando sus sueños, con sede propia, ubicado en el sector San Judas Tadeo de Los Robles, en el año 2003, el segundo DOJO EDUARDO RIVEROS abría sus puertas...